Bramante y Maúro. Antinatura, negación y muerte. Parts I, II y III


A Toni. Esa persona que nos enseño que

primero era hombre, después homosexual

y fue valiente para vivir según sus sentimientos.

Antinatura. Part I

Bramante nunca quiso ser pirata, siempre prefirió ser reina de los mares. A Bramante nunca le gusto jugar al fútbol, ni pelear, ni montar en bicicleta, ni ir al rió a saltarlo allá por donde los moros construyeron la presa.; entretenimiento favorito de zagales en las tardes de verano en su pueblo del interior de una provincia del exterior.

A Bramante le gustaba volver limpio a casa. Tardaba un rato más que sus amigos en estar listo y nunca iba despeinado. Se desvivía por jugar siempre un rato más con Alicia, su compañera de pupitre y  asesora insustituible a la hora de vestir muñecas.

Que Bramante no quisiera ser pirata no era obstáculo para que deseara ser salvado una y otra vez por el capitán del navío corsario,  Maúro. Apodo con tradición y solera donde las hubiese, más incluso que Bramante. De carácter fuerte, firmeza y don de gentes,  Maúro era el único que disputaba a Alicia la compañía de Bramante, que bebía los vientos sólo después de que estos hubieran acariciado su piel. Capitán filibustero; remolino de pelo andante; líder de la manada que, por diversión infantil, perseguía casi a diario a Bramante hasta darle alcance y  humillarle con unos cachetes y algún “arrastrón” al grito de mariquita.

Porque Bramante era mariquita. Gay no, hablamos de tiempos en los que el castellano era castizo y masculino indefectiblemente. Ni homosexual, palabra que, con esos tres fonemas combinados de esa forma, “sex”, tenia limitada su pronunciación. Era mariquita.

Lo sabia desde años atrás, cuando siendo aun muy niño sintió sus diferencias, notó ese desgarro al ver los cabellos despeinados y la postura fuerte de Maúro al frente de sus bucaneros. Cuando sus amigas eran más que sus amigos. Cuando el cura, en connivencia  con su madre, le advirtió de lo antinatura que era  sentir así,  y como, sin dilación, comenzaron los esfuerzos de su familia por evitar la vergüenza.

No tardó dos días en llegar la bicicleta a casa. Su padre empujaba con suavidad el conjunto de artefacto y Bramante para dejar posteriormente a la inercia el trabajo de enseñar equilibrio al desafortunado ciclista que, indefectiblemente, acababa por los suelos.

Primero sí fue suavemente, pero poco tardo la paciencia en buscar otras causas y abandonó el trabajo paterno, con lo que al restregón de la caída, había que sumarle el azote y los gritos que, como siempre, anulaban la razón de Bramante, acabando así con cualquier probabilidad, ya de por sí escasa, de éxito.

Bramante era un monstruo. Un monstruo antinatura, lo había dicho el cura, lo decían sus amigos, lo pensaba su padre. Bramante no quería ser mariquita, quería ser aceptado por la tribu, no ser diferente, pero también quería a Mauro.

Bramante  No quería ser un monstruo. Era un buen hijo, amaba a las demás personas por encima de lo que normalmente son amadas. Era querido y rechazado a la vez. Él lo veía cada vez que, estando con alguien, este desviaba la conversación o cesaba la actividad si un tercero se acercaba, para pasar inmediatamente a construir el muro que, cotidianamente, había a su alrededor siempre, a todas horas.

Sólo Maúro era capaz de ir a buscarle. Maúro, el líder, era el único que, no haciendo caso a las quejas de sus subordinados, lo invitaba a ser su reina de los mares. Cosa que siempre acababa con él por los suelos recibiendo golpes, patadas y risas a su costa, pero de donde él , abstrayendose de la típica apoteosis del juego, extraía esa mirada fija de Maúro, que habiendo incitado el final, no participaba en él, solo le miraba en el suelo y mantenía su mirada. Maúro no le pegaba patadas.

Ahora Maúro estaba delante de él, en la misma fila, al lado de Alicia. Su mirada se esforzaba por decidir si posarse en la espalda de su amigo o en el traje de su amiga.

Bramante, Maúro y Alicia iban a recibir su primera comunión y él recordaba lo que había sufrido hasta ese momento por amar diferente, solo por eso, por amar, ese día, el mejor día de su vida, el mejor día de su larga vida, el mejor día de toda su vida según su madre.


Negacion. Part II.


Maúro no era mariquita. Los mariquitas eran monstruos antinatura. Él odiaba a los monstruos. El era un hombre de bien, un guía moral, un luchador de las buenas costumbres. Maúro estaba mirando la espalda de su amigo, Bramante. Estaba situado dos puestos más atrás en la fila en el que iba a ser su día más importante, así se lo había repetido a si mismo hasta la extenuación, el día de su ordenación.

Recordaba el día en que pidió a Alicia salir mientras tenía en la mente el rostro de Bramante. Como cada beso, cada caricia que ofrecía a su amiga tenia el mismo rostro. Le atormentaba pensarlo. Le atormentaba y al mismo tiempo sabía que estando junto a Alicia estaría junto a Bramante, un inseparable trío. Tampoco dejó de pensar que cada beso que recibió de Alicia estaba destinado a Bramante

Pero de eso hacia ya varios años, aun no había pasado el reclutador del seminario por el colegio y  aun no habían sentido él y Bramante la llamada de dios. Ese día ambos comentaron su nuevo futuro. A Bramante le permitiría seguir junto a Maúro, aunque a él no se lo dijo, sabía que no debía decírselo, y a Maúro le ayudaría a vencer la tentación que aun siendo negada nunca fue ahogada. Lo sabía, la abstinencia, el sacerdocio, le haría más feliz que un futuro con hijos,  familia y tentación constante. Tuvo que escoger entre ese futuro y el otro, no podía aceptar el de convertirse en monstruo, esa no era una tercera opción viable.

El ya conocía el amor silencioso que Bramante le profesaba, lo sentía en vibraciones, miradas y en su propio corazón, pero nunca sería un monstruo antinatura.

En su pubertad no pudo evitar desvelos, sucios desvelos. Efusiones de pasión solitaria con el rostro maldito de su amigo y compañero presidiéndolas. No recordó a Alicia en ellas. Momentos que, atravesados por la angustia de sentirse sucio, sobrevenían independientemente de que el quisiera o no, salían de dentro a fuera.

La penitencia que  seguía aquellas noches de debilidad fue creciendo con su adolescencia, tanto que no fue ni una ni dos las veces que su confesor le avisó de que no era el camino. Tanto, que el camino le enseñó que el dolor purifica. Tanto, que ese mismo camino le llevó a seguir la línea más dura, la más rígida, de todas las líneas de su iglesia.

Muerte. Part III


Estaba sentado junto al lecho de muerte de su amigo en el que iba a ser su día más importante, el de su muerte, el de su reunión con el altísimo. Atropellaban su mente con prisa los intentos de comunicar a Bramante tantas cosas que nunca le dijo, pero era tarde, la respiración imposible de su antiguo amigo avisaba de que ya no había tiempo, el tiempo se había acabado.

Después de su ordenación la relación entre ellos se había alejado de tal manera que él rechazaba sistemáticamente cualquier intento de Bramante por establecer contacto.

Bramante, sacerdote de pueblo y persona sencilla, era amado por sus fieles y daba amor a estos. Él, por los caminos de la burocracia,  había odiado a los pecadores y en cierto modo se sentía odiado por ellos. Maúro nunca pudo perdonar, lo hacía su habito y los poderes que la iglesia le había concedido, pero su corazón no perdonó jamás.

La relación entre ambos no pudo ser fluida en ningún momento. Ni siquiera aquella vez, que con lágrimas en los ojos, Bramante le preguntó si era eso lo que dios les pedía, que dejaran de amar lo que amaban. No quiso seguir escuchando, apartó a Bramante y se marchó, no supo más de él en años. No supo directamente, por que no hubo día en el su amigo no estuviera con él, dentro de él, recriminándole ser el palo que golpeaba  la homosexualidad, la línea que guiaba la moral, el estandarte de la familia bien entendida, el adalid de la moral cristiana y los movimientos de represión que la conformaban.

El sabía que su dolor de corazón era un castigo divino, porque dios ofrecía amor, amor que él, en su nombre, aplastaba, pero le superaba. El sentimiento de odio y repugnancia creado por sus predecesores en la edad en las que las historias entran a sangre y fuego no habían menguado con la madurez. Había sido marcado por el odio. Antinatura, soñaba con esa palabra. Soñaba y sabía que no era el camino, pero no podía abandonarlo ahora, toda una vida encaminado en él, no podía dar el giro.

Alicia abrió la puerta y vio a sus dos amigos cogidos de la mano. Ahora. Cuarenta años después. Dos hombres rotos, dos almas muertas, dos vidas perdidas. Porque sus amigos habían muerto hacia cuarenta años. El día que se prohibieron amar. Ella fue testigo de cómo penetró aquel señor cura en las almas puras de aquellos dos niños destinados a dar amor. Cómo, el veneno de la represión moralista, amargó su sangre. Bramante, sumiso, buscó otras maneras de ofrecer su corazón. Maúro no pudo. El carácter dominante y su concepción de la vida en forma geométrica no le dejó respirar y ahora ahí estaba, cogiendo la mano de su amigo para despedirlo, porque sólo de esa manera se permitía vivir su vida, dentro de los cánones que le enseñaron de niño que eran los correctos.

No pudo más. Se marchó. Dio la vuelta y salió de la habitación, fue a recoger a su hijo nacido en soltería y se juró a si misma que nadie entraría en la mente inocente de su hijo. Nadie, y mucho menos alguien que se prohíbe vivir. Nadie metería las ideas  en la edad en que estas y las palabras entran a sangre y fuego en su alma inocente. Su día más importante no sería el de la comunión, ni el de la ordenación ni el de su muerte, sino el de su vida.

Mientras se lo decía observo como, embelesado, miraba a la niña de al lado vestir una muñeca. No lo dudó, buscó en el baúl de sus recuerdos y sacó la suya, la que vestía con Bramante, y , alzándosela a su niño le dijo, cuídala, dale mucho amor, el mejor día de tu vida será el que más amor des.

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16 respuestas a Bramante y Maúro. Antinatura, negación y muerte. Parts I, II y III

  1. Javier Muñoz Pellín dijo:

    La Pars construens es…lo que que el autor ha querido que sea. A mi me ha conmovido.
    Muchas gracias, Juan.

  2. Javier Muñoz Pellín dijo:

    No acaba en boda, o si.

    • joaquin dijo:

      Ciertamente es un problema, ser homosexual y no poder expresarlo, mas bien reprimirlo hasta que reviente por algún lado… si si, conozco varios curas que «revientan» y hacen cositas que no deberían ser vistas por los suyos. eso es lo triste, vivir una vida que no es tuya y al mismo tiempo pensarse antinatura, o enfermo. Triste de aquel que considera tener la verdad en lo que los afectos y la sexualidad se refiere…

  3. Churumbel dijo:

    como se escribe el sentimiento?: silencio (liquido corporal fluyendo y embalsados en los ojos).

  4. wifredo rizo chico de guzmán dijo:

    A mí, como a Javier, el cura, me ha conmovido. Muy bien escrito, directo, y, sobre todo, muy real. Has relatado la vida misma de muchos jóvenes homosexuales que se esconden en los seminarios para ocultar sus tendencias, tan lícitas como la tuya o la mía. Nos condicionan mucho de niños, y lo supera quién lo supera. Bien descrito. Enhorabuena, Juan.

  5. joaquin dijo:

    como la vida misma Juan… es así de triste. cuando la religion entienda que la sexualidad y el amor es precisamente lo que te hace libre… entonces hablaremos de otra cosa..
    me ha gustado mucho. gracias!

  6. Capa dijo:

    ¡Joder, Juan!, de verdad de la buena que nada tienes que envidiar a los grandes escritores. No noto la diferencia entre leer a Novelistas consagradas y leerte a ti. Y encima cuentas con la sensibilidad de meterte en la piel de los protagonistas para expresar lo que sienten.
    Ole y ole!!! Muy bien Juan, sigue así, es un gusto leerte.

  7. Alicia dijo:

    Solo consiguen avanzar en esta vida, los que reconocen sin sonrojo, que son capaces de aprender de otros, y yo aprendo de ti, Juan, y de tus relatos.

    Desgraciadamente, todavía existen demasiados prejuicios en todos los aspectos, sobre este tema. La censura sigue estando presente, y el que se atreva a hablar de la homosexualidad, (sobre todo si es hombre) como tú lo has hecho, con naturalidad y desde el corazón, se enfrenta al interrogante de la duda paralela. Así es de morbosa nuestra sociedad. Eres valiente, Juan.

    Aún existe gente que se avergüenza de las demostraciones de sentido y sensibilidad, como si la ternura y otros sentimientos “dúctiles”, solo fueran patrimonio de las mujeres. Has logrado calidad literaria, al describir en perfecta combinación la delicadeza de Bramante, con la firmeza de Braulio, sin olvidar la impotencia de Alicia. Por cierto, me alegra que mi nombre te inspirara.

    Le has dado fondo a este relato, un fondo que los críticos literarios definen como «dotar de alma un relato», y que no todos consiguen.
    El fondo por ti logrado, a mi entender, es el amor y sus innumerables formas de amar, cuando el sentimiento es verdadero, puro, honesto e incluso abnegado.

    Tu relato me ha traído a la mente una gran película, con connotaciones similares:

    BROKEBACK MOUNTAIN (EN TERRENO VEDADO)

    Sigue así, me tienes enganchada.

  8. TUKI dijo:

    Jo¡¡ a mi tambien me tienes enganchada. Muy bueno, me ha encantado tu relato, Felicidades …… a ti y a Toni

  9. CARMEN dijo:

    FELICIDADES JUAN, ERES MUY BUENO. UN BESO

  10. Génesis dijo:

    Felicidades Juan, es gratificante poder leer algo tan humano, tierno y cruel a la vez, pero con un mensaje esperanzador para las personas que se sienten oprimidas por su manera de sentir, los dogmas establecidos lo único que traen es incomprensión, basar una sociedad por lo que la mayoría siente, es absurdo, es limitar al ser humano, y somos más complejos que todo eso, felicidades de nuevo.

  11. claudio rizo dijo:

    Precioso, Juan, desde todos los puntos de vista. La historia, ese triángulo, me ha encantado. Estupendo el contexto, la descripción de las personalidades, el modo en cómo adentras, suavemente, al lector, hasta hacerle casi partícipe del relato. Las tres partes me han gustado mucho, y el «asiento» del que te vales con la homosexualidad como telón de fondo en un terreno especialmente complejo, le añade un brillo de «sentimiento» muy meritorio y reivindicativo. Felicidades, Juan. Un gustazo seguirte.

  12. ¡Ay amigos! No sabeis cuanto se agradecen todas vuestras palabras. En el fondo son las que inspiran a seguir escribiendo, porque escribir para uno mismo acaba siendo aburrido, y esto es un placer.
    Capa, sí hay diferencia entre lo mio y los «novelistas consagrados», mucha, soy un aficionado, no lo olvides. No he visto esa película Alicia, pero he oído hablar tanto de ella que si quieres te la cuento jejejej
    Señor Pellin, siendo cura espero haberle conmovido lo suficiente como para que sea capaz de dar un sermón en su iglesia hablando de la homosexualidad como una condición más del ser humano. Seguro que dios pensó en los homosexuales cuando los creo. ¿Porque los rechaza usted en su casa? Creame, el amor es más importante que la moralidad entendida como única. Y gracias por decir construens y no destruens, porque quiero añadir , ayudar y no destruir con este relato.
    A los demás mil millones de gracias, y a Toni….Feliz cumpleaños.

  13. Es la segunda vez que veo este relato en esta página, dado que lo habías subido antes… y sin embargo mi reacción y mis pensamientos no han cambiado, como si se hubieran preservado junto con tu escrito…

    Es triste pensar en la opresión en la que puede vivir el humano por su propia mano. Gente como ellos hay muchos; y tragedias aún peores abundan en esas personas. Dado que las cosas pueden cambiar… debemos esperar a que el hombre «evolucione» y así sea.

    Creo que eres un gran escritor; que de aficionado tiene poco. Si te dedicaras de lleno, no sólo veríamos tus trabajos publicados (créeme, compraría tus libros), sino que llegarías a darte cuenta de que la mayor diferencia entre un autor publicado y uno «aficionado» es el hecho de que el primero se atreve a dar un salto de fe del que el segundo no se siente seguro. Arriésgate, comparte tus historias con el mundo… y ya verás los resultados.

    Ése es, al menos, mi plan.
    Un abrazo

  14. Anacleta Panceta dijo:

    La vieja historia se repite, ahora con otros actores (o actrices), con otros escenarios, con otro atrezo; más siempre con ese olor a alcohol, miedo, pecado y moralina. Las duras tapas de un libro sobre la larga historia humana podrían rezar: «De cuando la felicidad depende de las instituciones…y otras aberraciones sociales».
    Leo con tristeza y admiración tus palabras. Con tristeza porque esa ficción novelada es tan ficticia como real, tan cruda como tierna. Es horrible, hermosa y sincera a partes iguales. Las leo también con admiración porque tu capacidad literaria es abrumadora.

    Gracias por el texto, ha sido un gran regalo.

    Un fuerte abrazo.

  15. Señor mio, no te voy a decir nada que no te hayan dicho los que te han dejado comentarios antes; no podria estar más deacuerdo con ellos; tan sólo te diré que escribir no es sólo conocer las palabras, es tejerlas y darles forma, y eso se te dá muy bien. No pares de tejer. 😉

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